jueves, 29 de noviembre de 2012

LA BIODIVERSIDAD EN ARMONÍA

Cuando llego al huerto, sea por la mañana o por la tarde, percibo la sensación de que todo en él está descansando. Se escucha un silencio acogedor. Y me gusta darme un paseo por entre los bancales vacíos. Vacíos, aparentemente. Sí, no hay plantas y la paja cubre la tierra. Pero si presto atención, me percato de que en el interior de esa tierra bulle la vida. Los bancales están poblados de millones de microorganismos y de muchas lombrices.
Creo haber llegado a ese punto de reconversión mental que me permite ver las cosas de otra manera. Y ahí estoy en medio de mi huerto, en medio del ser vivo que es, descansando. Y pienso, ¡cuántos errores he cometidos! Ahora, ya no exploto la tierra, ahora la acompaño, la cuido, la mimo. De vez en cuando discutimos y en venganza me manda algún depredador. Luego, hacemos las paces y todo vuelve a su cuace normal, es decir, volvemos a estar en armonía.
He llegado a entender que, en el huerto, todo es cuestión de armonía. De dejarse llevar, de tratarla con respeto. La tierra sabe de nuestra actitud y estará en consonancia con nuestro pensamiento.
A la tierra hay que dejarla ser. No se la debe combatir. No se la puede despreciar. No se la debe tratar como si fuese un enfermo, administrándole grandes cantidades de medicamentos.
He oido a alguien, bastante sabio, decir que "la tierra, cuando sabe que se
la respeta, se comporta como una madre".
A mí siempre me ha gustado la tierra. Pero siempre pensaba en qué beneficios podría obtener de ella. ¿Qué debería hacer para que los frutos de ella nacidos, fuesen grandes, vistosos y sanos? Nunca pensaba en el ser vivo que es.
Mi concepción era hacer esto o aquello, así o asá, porque de esa manera, según decían las etiquetas de la mayoría, todo saldría bien. Y entonces pensaba en la época de siembra apropiada, sin detenerme demasiado o nada, en su procedencia y calidad; la fecha más indicada para el trasplante, el riego en su momento y por supuesto y sobretodo en la recogida de los frutos. Pero jamás se me ocurría pensar en el sujeto que propicia que todo esto sea posible: La Tierra.
Ella y yo éramos como unos extraños a pesar de pasar muchas horas juntos. No la amaba, la explotaba egoístamente. Y claro está, esta situación de exclavitud tuvo que explotar por algún lado. Fue su venganza. Aparecieron las malas hierbas invasoras de mis cultivos; vinieron a vivir los bichos de todas clases que se comían sin compasión, lo que según yo, no era suyo.
¿Y entonces? Rabia, protestas, desazones, desilusión y ganas de ir a comprar algún arma que pudiera defenderme de tales desastres. En más de una ocasión tuve la tentación.
Con el correr de los años, las cosas han ido cambiando para bien.
Pensando y reflexionando, leyendo y meditando, recurriendo a los ejemplos de los grandes maestros como Fukuoka, Emilia Hazelip, Sepp Holzer y algunos más, la iluminación de la mente se ha ido configurando en un entendimiento de cuales son los patrones que rigen mi huerto, sus particularidades, sus ciclos naturales, sus carencias, sus necesidades y su muy baja biodiversidad.
Por eso el suelo estaba poco activo. Por esas debilidades y carencias le vinieron las plagas.
¿Y entonces? Entonces uno cae en la cuenta que hay que cambiar la manera de pensar la agricultura. Tenemos que romper con la cadena de despropósitos que irrumpen en el normal desarrollo de los seres vivos que viven en el suelo. Es un proceso de cambio interior que nos permita abrirnos en conciencia y en mente. Es decir, que hay que estar enamorado de nuestra parcela, de las plantas que en ella habitan y de cuanto ocurre en ella.
Cuando esto suceda, empezará a nacer una armonía que irá creciendo a medida que profundicemos en nuestra relación con los seres que nos rodean. Ya no hablaremos de plagas ni de malas hierbas. Hablaremos de biodiversidad, de colaboración y de entendimiento. Es decir, de armonía. Todos colaboraremos los unos con los otros, porque nosotros también somos parte de esa biodiversidad. Yo, con los bichos y las plantas. Los bichos con las plantas y conmigo. Las plantas con los bichos y yo con ellos.
Deberá existir, por tanto, una empatía generosa y fluida.
Cantar mientras trabajamos o escuchar una melodía, hablar con los seres con los que nos encontramos mientras realizamos las tareas, puede ayudar a establecer lazos de empatía. El grado de relación que establezcamos va a depender de nuestra creatividad.
¿Normas? ¿Para qué normas si existe nuestra imaginación vagando entre la biodiversidad de nuestro huerto?
Alguien me dijo una vez: ¿Tienes plagas? Recoge varios ejemplares y en empatía con los bichos escogidos, cuéntales que te están jorobando tu trabajo; que vas a elegir unos cuántos de ellos y los vas a incinerar. El resto quedará en libertad. Pero que sepan que vas a seguir vigilando y si no moderan sus estragos, los incinerados serán todos. Las cenizas de los incinerados se disolverán en agua para luego rociar con mochila todo el terreno del huerto.
Al final, me terminó diciendo, que los bichos colaboran contigo porque te consideran honesto ya que no pretendes aniquilarlos sino colaborar para que todo funcione correctamente.
Animo a todos los que aman la tierra y sueñan con sus frutos, que se paren de vez en cuando y, miren en su interior. Que surja la chispa de ese cariño que se le tiene y nos sintamos una parte más de esa biodiversidad del huerto.

miércoles, 31 de octubre de 2012

"LO PRESENTE SE ES IDO Y ACABADO"

...cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte   
 tan callando...,
(Jorge Manrique)
 
Venida la primera gran helada y ya casi todo en el huerto queda en el recuerdo. Cuántos frutos truncados. Cuánta esperanza se perdió por el camino. Es ley de la naturaleza que ante los rigores del invierno, todo se incline ante él y le reverencien.
 
 Este es el aspecto general del huerto en este último día del mes de octubre.

 Algunos bancales ya fueron preparados y acondicionados para pasar el duro invierno de estas tierras castellanas.

Después de las tan esperadas lluvias pude mullir estas dos nuevas tablas de terreno, y después de agregarles la porción de compost debida, les puse la mantita para que no sufran las inclemencias de los vientos. 
 
 Aquí estuvieron las patatas. Aun siguen algunos puerros en sus laterales. Ya está el suelo mullido. Dentro de unos días me tocará poner la cobertura de paja.
 
 El islote de puerros que en su dia coloqué porque me sobraron plantites. Están super hermosos.
 
Al pequeño nogal se le están cayendo sus hojas. Puede ser que el año que viene dé alguna nuez.

Una imágen de sus hojas.

 
 Este es el aspecto que tienen las hojas, ya secas, del maíz. Serán un buen elemento para enriquecer el compost.

 Pero no todo es acabarse. Algunos que otros seres tienen ocasiones inmejorables de alimentarse de las bayas, higos y otros frutos del otoño. Pero aquí estaban descansando.

 El rocío de la mañana  empapaba las hierbas que rodeaban un tocón de manzano. Hay que mirar y contemplar.
 
 La punta de la esparraguera se mecía al compás de  la suave y fría brisa de la mañana. ¡Qué bella estampa!

 Y posado en la punta de la farola, cantaba y cantaba.

  Uno de los pocos sobrevivientes de la huerta, las acelgas.

 Los plantines de lechuga se parecen a las ovejas cuando todas juntas, sestean y se protegen las unas contra las otras. Como las planté a voleo, salieron a raudales. Ya entresaqué, pero no lo suficiente.

 ¿Cuánto tiempo resistirá en pie?

 Aquí está el valiente enano. Este kaki es el primer año que da sus frutos. Le estoy muy agradecido.

Este es uno de sus bellos frutos.
 
 Las tomateras, todas quemadas. Hace dos días la helada las dejó así de pobres. Ya cumplieron su ciclo. Sus semillas están ya recogidas y catalogadas, esperando la prróxima estación.

 Un pequeño detalle de las tomateras.




domingo, 28 de octubre de 2012

LA BELLEZA DEL OTOÑO

El viernes decidí darme un paseo por los alrededores de los jardines próximo a mi casa. Sabía que esperando a una hora propicia como es el atardecer, estando el sol a punto de ocultarse, podría tener unas hermosas estampas. Una hora estuve buscando los ángulos que suponía eran idóneos en su composición y luminosidad. No sé qué tal se verán ya que el tamaño de la foto no puede ser demasiado grande. seguro que pierden mucho. De todas las maneras, deseo hacer partícipes a los que lo deseen. Que disfrutéis de las imágenes. 
 
 







 







martes, 16 de octubre de 2012

ZAPALLITO PARA SEMILLAS

La obtención de semillas de las plantas que cultivamos es uno de los elementos fundamentales de una buena práctica hortícola. De esta manera nos aseguramos con exactitud de qué plantas poseemos y de qué calidad. Éste zapallito que elegí ha sido el fruto de una planta que trasplanté de tiesto en una tierra con mezcla de compost y abono de oveja curado. Lo hice el día 30 de abril, día de fruto, bajo cubierta de plástico en prevención de alguna posible helada. No hubo ninguna. El primer fruto que nació fue éste. Lo corté de la mata, el 4 de octubre. Hoy, día 16 de octubre, realizo la operación de partir el zapallito.
 
 
Éste es el aspecto que presenta en el momento de su partida. Tuve que utilizar el martillo para presionar al cuchillo.
 
 Extraídas las semillas y el cabello de ángel, procedí a lavarlas y ponerlas en un papel para que vayan secándose poco a poco.

 
Tanto tiempo pasaron las semillas en el interior del zapallito, que ya algunas de ellas han empezado a germinar

 Me encanta este color. Su presencia tiene una hermosura propia. El gusto, de carne bien hecha, puede ser sujeto de varios platos.

¡Ánimo! Preparad vuestras propias semillas, merece la pena. Y si lo completáis con la preparación de un buen compost, seguro que tenéis asegurada una magnífica cosecha el año que viene.

martes, 9 de octubre de 2012

OTOÑO, GENEROSO.

Cuando llega el otoño, nuestras queridas plantas del huerto, empiezan a declinar, poco a poco se marchitan y al final, como todo ser vivo, se muere. Nos da pena, nos produce algo de nostalgia recordando los hermosos días del verano, y aquel empeño que pusimos cuando colocábamos las semillas en el semillero. Ahí está, ahora, resumido en unos hermosos frutos, el trabajo que, silenciosamente, pacientemente y generosamente, las plantas y la tierra nos devuelven,  agradecidamente, aquel nuestro afán.
Quiero, desde aquí, sentirme en consonancia con la naturaleza al mismo tiempo que hago votos para que mi entendimiento y respeto hacia ella nos permita legar a nuestros hijos y nietos una tierra sana, cuidada y frondosa.
 
Estos son los tres ejemplares seleccionados para perpetuar los calabacines, los zapallitos y la calabaza Angola. Entre los tres, llenan la carretilla.

 
 Qué buenos los pimientos asados. De la planta al fuego.
 

 Literalmente vacían el grano de uva. Y son de temer.

 Una lechuga que se plantea subirse a flor.
 
 Semillero de lechugas. Para no tener que transplantarlas las he sembrado directamente en el bancal. Pero tengo que eliminar muchísimas plantitas.

 
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 Al igual que su hermana la coliflor.
 
Últimas matas de judías verdes. ¡Qué poco tiempo les queda ya!
 
 Así están las plantas de tomate. Cómo van decayendo. ¡Pero aún les quedan algunos frutos!

 El máiz también está en las últimas. Hasta se parten ya las cañas.
 
 Los fresales están ya puestos en su lugar de reposo hasta la primavera. Seguramente más de una planta se morirá, pero quedarán otras que perpetuarán la especie.

 La belleza de las flores sigue aún presente en el huerto.

Los tomates siguen en buen estado.
 
 ¿Y la belleza de los tomates Cherry?
 
La despensa de las cosechas.
 
 Las uvas he tenido que recolectarlas porque las avispas se cebaban en ellas, haciéndolas desaparecer.
 
Antes de venirme a casa, se ponía el sol. No me pude resistir a la toma fotográfica. ¡Para meditar!